lunes, 25 de febrero de 2013

NI DIOS, NI PATRIA, NI REY. EL ANARQUISMO.

La idea central del anarquismo es la negación de toda autoridad pública o privada, aunque no cubre más que una parte de esta compleja y diversa ideología. Diversidad que se expresa en las distintas tendencias de los teóricos y de los líderes del movimiento anarquista y en los diferentes términos con los que se designa a sus partidarios (anarquistas, ácratas, libertarios).

A Guillermo Godwin (1756-1836) se le considera el primer teórico del anarquismo. En su Indagación acerca de la justicia política (1793) realiza una crítica contra toda forma de organización política. Para Godwin el hombre es innatamente bueno y sólo la sociedad corrompida por el Estado lo corrompe a su vez. Sus tres ideas más destacables fueron: su fe en el progreso, su confianza en la bondad innata del hombre y la hostilidad hacia el Estado.

Por su parte, Max Stiner (1806-1856) en su obra El individuo y la propiedad, atacaba violentamente la moral burguesa, la religión, la propiedad y toda forma de organización política existente. Pero fue Proudhon quien negó tajantemente cualquier forma estatista de gobierno, influyendo directamente en la figura más representativa del movimiento anarquista del siglo XIX, Mijail Bakunin (1814-1876).

En los escritos anarquistas, y Bakunin en especial, encontramos una vertiente moral, en la que se exalta la libertad del individuo, concebida socialmente,sólo soy verdaderamente libre, cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres” ; de formula un ateismo radical, que rechaza la Iglesia como institución  pero admite en la sociedad la pluralidad de cultos, estimando la religión un reducto de la conciencia, y se ensalza, como instrumento de cambio social, la educación popular. Este ideal educativo inspira la actividad de muchos anarquistas, que difundieron las ideas por medio de la propaganda oral entre las poblaciones analfabetas.

            Desde el punto de vista político tres ideas destacan en el pensamiento de Bakunin:

- La eliminación del Estado, instrumento siempre represivo.
- La desaparición de los ejércitos, innecesarios al desaparecer los Estados.
- Creencia en la revolución campesino, hecha desde abajo, por las masas, de manera espontánea.

            En definitiva, el rechazo de todo poder. Su sociedad nueva, sin Estado, sin poderes institucionales, se montará sobre comunas autónomas, pequeñas células en régimen de autogestión, que elegirían por sufragio universal de hombres y mujeres a sus autoridades y que podrán federarse o separarse libremente de otras células similares. Dentro de estas comunas la propiedad será colectiva; la supresión paulatina de la propiedad privada debe iniciarse por la supresión también progresiva del derecho de herencia. El ideal del anarquismo es una sociedad de hombres y mujeres absolutamente libres que no obedecen más que a su razón. Su ponderación de las pequeñas células autónomas se sitúa en contra de los resultados de la Revolución Industrial, en la que se producen grandes concentraciones de población, y donde resulta imposible este ejercicio constante de la soberanía por la base popular.

            Al llamado anarco-colectivismo de Bakunin, que supone la colectivización de los instrumentos de trabajo, el capital y la tierra, pero no de los frutos, “a cada uno según su trabajo” sucede el anarco-comunismo, de Kropotkin, Eliseo Reclus, Dumartheray, Paul Brousse, que predican la necesidad de colectivizar no sólo los instrumentos sino también los productos, argumentando que en una economía industrial es imposible determinar la parte de trabajo y en consecuencia la riqueza acumulada pertenece a todos.

            El anarquismo del siglo XIX consideraba al campesinado y a los sectores marginados de la sociedad como la fuerza revolucionaria por excelencia y no al proletariado industrial. De ahí su mayor arraigo en los países y regiones de la Europa centro-oriental y mediterránea básicamente agrarios y poco industrializados. Rechaza la organización de los obreros en partidos políticos (apoliticismo) con vistas a la conquista del Estado y la implantación de “gobiernos revolucionarios” aunque sean provisionales. Piensa, en definitiva, que la revolución debe consistir en un proceso violento y destructivo que desde el primer momento debe tender a crear una sociedad nueva de hombres absolutamente libres, sin Estado, sin instituciones y organizados en comunas autónomas.

            Para lograr esos objetivos e implantar una sociedad anarquista algunos grupos y tendencias anarquistas, no todos, fueron partidarios de la destrucción violenta del Estado mediante diversas estrategias que van desde la revolución violenta y espontánea a la acción directa o el terrorismo (la “propaganda por los hechos”) que consistía en atentados dirigidos contra personas o instituciones estrechamente ligadas al orden capitalista y burgués.

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